Desde Uruguay a Senegal, pensamientos en el Super

Cada tanto me viene a la mente las historias que mis padres y abuelos me solían contar sobre mi país. Un Uruguay donde las puertas permanecían abiertas, donde se podía comprar una bolsa de caramelos por 1 peso y donde todxs eran bienvenidxs a tomar mate a cualquier momento del día. La vida pasaba más lento,  el sonido de los tambores era más normal, y la ciudad un poco menos gris. Todo giraba alrededor de la familia, el amor y el compartir.

Senegal me recuerda mucho a estas historias. Cada vez que no me tengo que preocupar por cerrar la puerta o  cada vez que soy invitada a comer en la casa de vecinxs o personas que conocí minutos antes. Cada momento que tomamos attaya y hablamos por horas, la cuestión del tiempo parece perder sentido.

Y me pregunto, porque cambiamos tanto?

Unas semanas atrás me llegó la noticia de que un Nuevo supermercado abrió en Thies, una de las ciudades cerca de mi pueblo. “Es un supermercado real” escuché a una de mis compañeras decir. Y me llené de felicidad, no voy a mentir. No había visto Tic-Tacs, Pringles o Coca Cola por tanto tiempo, que simplemente la posibilidad de llegar a tenerlos sin tener que discutir por el precio era confortable. Y así terminé yendo.

Auchan fue toda una nueva experiencia. Fue como entrar a una burbuja dentro de Senegal por algunos minutos. Estaba lleno de gente y lleno de productos, más de lo que he visto hasta ahora. Mientras caminaba por las góndolas, fracasando en el intento de encontrar mis caramelos senegaleses favoritos (Menthe Fraiche), toda mi emoción desapareció. Apenas había visto productos locales. Y de donde es este supermercado todavía?

Resultó ser Francés, y se anda expandiendo por varios países Africanos.

Todo cobró sentido. Cambiamos. Cambiamos porque el imperialismo nos cubrió. Porque trajieron sus ideas y nos hicieron creer que era mejor tener más opciones, más productos, como si poder elegir más nos hace más libres. Porque quisimos y queremos igualarnos a los países del Oriente, y porque todos creímos que tener la vida que nos mostraban en la TV era mejor.

Mientras miraba a la cantidad de personas que me rodeaban en el supermercado, pensé en todas las Botikes del área. Botikes son pequeños kioscos, usualmente conforman la primordial entrada de dinero para una familia. Y los kioscos de Uruguay me vinieron a la cabeza, lo mucho que han desaparecido. Parece ser la misma historia repitiéndose frente a mí. Solo que esta vez parece que me di cuenta de ello.

Mientras caminaba por la calle vi un cartel de “compra local” en una pared.

Experimenté una mezcla de frustración, enojo y orgullo. La situación es una mierda, pero la gente se está volviendo consciente de ello. Comprar local es algo que escuche repetitivamente y que siempre intenté hacer. Pero ahora su significado dejó de ser simplemente qué compro, pero también donde. Es la diferencia de apoyar una familia o no. Es la diferencia entre apoyar a un sistema que explota “paises en desarrollo” por el beneficio de pocxs, o no. Es la diferencia entre ser consciente de mis acciones o no.

Mi hermano me ha dicho repetitivamente como Dakar ha cambiado en los últimos años, y lo mucho que le frustra. “En la cultura Senegalesa la gente no se muere de hambre porque compartimos, en Dakar no pasa eso. La gente se ha vuelto egoísta y materialista.” Mientras tanto se puede escuchar a emprendedores afirmar que “Africa debe estar agradecido” por sus inversiones en negocios.

Senegal tiene una cultura tan rica, tan diferente y tan única, que espero nunca pierdan su magia. Espero que puedan prevenirlo más de lo que nosotrxs en America Latina pudimos. Espero que nunca se queden atrapados en la rutina y la idea falsa de que lo que muestran en la TV es felicidad.

Porque nunca he visto felicidad más pura que aquí.